31 octubre, 2010

Balliamo sul mondo

No sé si le pasa a todo el mundo, o si es algo específicamente mío, pero parece que mi vida se balancea constantemente entre la inactividad más flagrante y la hiperactividad más estrepitosa.

Esta semana no ha sido excepción, y tras el fin de semana pasado, en casa tranquilamente, fiesta española y tango para animar las noches del martes y el miércoles. Con respecto a la primera, diré que se nota que las tortillas, croquetas y el gazpacho gustan, sin lugar a dudas, y que la sangría a un euro enamora a los últimos escépticos. Con respecto a la segunda, diré que, como siempre me pasa cuando bailo, me teletransporté por unas horas. Y si la música decide llevarme a Argentina, qué más puedo pedir.

Tras un inicio prometedor, jueves, viernes y sábado parecen estancarse un poquito. Clases, supuestas clases que no ocurren, lecturas… Aunque debo reconocer que apalancarse en el sofá para tragarse unas cuantas horas de Io canto (equivalente a lluvia de estrellas en Italia) con mis compis de piso tiene su aquél.

Por suerte siempre nos queda el sábado noche, que si además coincide con el cumpleaños de una amiga y vísperas de Halloween, promete. El inicio de noche, sin embargo, deja que desear: la música no cuaja, la gente no parece querer bailar, y se limita a observar el panorama, con la inevitable sensación, para los que sí bailamos, que estamos en un casting.

De repente suenan las primeras notas de una canción que me transporta a la salsathèque. No puedo creerlo, y sin embargo, ahí está: Que tengo que hacer para que vuelvas conmigo….

Si existe una cosa llamada subidón es lo que siento en ese preciso instante, y a partir de ahí todo va mejor, un par de merengues, una salsa, algunas comerciales y mucho R&B que no escuchaba hacía tiempo. Si señor DJ, tiene usted los mimos gustos musicales que yo.

Y para demostrarlo, bailamos sobre el mundo. Bailamos como si no hubiera mañana.

23 octubre, 2010

Questa è (già) la mia casa

Señores, señoras, hace ya un mes. Con esa terrible manía que tenemos los humanos de dividir el tiempo en días, horas, minutos, segundos, y contarlos como si así pudiésemos evitar su paso, acabo de darme cuenta de que hace un mes que estoy aquí. Qué puedo decir, a parte de que cada vez me cuesta menos acostumbrarme a cambiar de vida, quizás porque voy siendo un poco menos de un solo sitio y un poco más de todos a la vez. Esta semana que ha completado el mes ha sido cargadita, así que dejaré de hacer reflexiones altamente filosóficas y volveré a mi día a día.

Comenzamos con el sábado pasado, cuando mis compis de piso y yo fuimos a una conferencia sobre el rol de las mujeres en el siglo XXI. Dicho sea de paso, probablemente seamos las únicas Erasmus que se van de conferencias. Qué se le va a hacer si aquí no hay casi fiesta los fines de semana… El caso es que me la habían recomendado los profesores de interpretación, y la verdad es que estuvo bien estar en un congreso escuchando como trabajaban intérpretes simultáneas. Y las mujeres que exponían tenían vidas apasionantes, entre las que destaco la de Waris Dirie. Si no la conocéis, debéis leer sobre su proyecto y sobre ella, es una mujer increíble.



Llegado el domingo, se me ocurrió la brillante idea de salir a cenar. Bueno, en principio sí era brillante, hasta caer en la cuenta de que aquí los domingos todo está cerrado. Así que acabamos en un bar en el que ya habíamos estado, mientras comíamos pizza italiana y escuchaba (sin poder bailar) canciones de salsa.

El lunes, 8 horas de clase, el martes, otras tantas de deberes, y por la noche, aperitivo eslovaco. Rico, rico, y sobre todo desconocido. Es lo que tiene que Europa se agrande, que tenemos vecinos de los que no sabemos casi nada. Prueba de ello la interesante conversación con mis compis, el jueves en mi piso hasta las 12 de la noche, sobre la política en nuestros países, la segunda guerra mundial, el carisma, y otros pormenores varios. De nuevo creo que rompimos el récord en cuanto a temas de conversación de estudiantes Erasmus.

El jueves, estaba tranquilamente en casa cuando de repente leo un mensaje de Marina. "Ya TENGO FECHA para FORLÍ!!!!!!!". Aprovechemos ryanair, viajemos, reunámonos. Buen plan, al que me sumo entusiasmada. Y tras hablarlo con Napuka, decido también visitarle a ella en Edimburgo el finde siguiente. Así que se me alegra el día con dos visitas para diciembre.

Pero todo no puede ser tan bello. Para terminar, hoy, como todos los días, me he despierto a las 7 para leer las noticias antes de ir a clase. Que no cunda el pánico, no se os a olvidado ir a clase, hoy es efectivamente sábado. Sólo que aquí, eso no es excusa, también tengo clases el sábado. O debería tener, porque cuando he llegado a la puerta, un gentil papelito –contra el que, desgraciadamente, no he podido descargar mi frustración- señalaba en tono cortés que “El profesor no se puede presentar hoy por causa de gripe. Se disculpa por las molestias”. Bueno, nada, media vuelta. Se ve que a veces es mejor seguir la vagancia y quedarse en la cama.

16 octubre, 2010

Tu devi essere il lupo

A las 9 de la mañana del jueves, yo no estaba preparada para afrontar el tener que dar árabe en italiano, algo en lo que no había caído aún por obvio que parezca. Así que la profesora me preguntaba en árabe, y mi cerebro –y boca- respondían en italiano. Listas y listas de vocabulario empezaban a llenar mi agenda vacía... Después, pausa para comer y vuelta a una clase bastante más sencilla: Literatura inglesa. Folman, Hemingway, Spiegleman… Suena bien.

Tras las clase, un poquito de fiesta viene bien. En marcha para la presentación de la universidad (almafest), y una noche charlando en La collina dei conigli. Y así entramos en el fin de semana, sábado con clase de danza india (pero a mi gran sorpresa no de bollywood, sino de danza tradicional, muy meditativa y espiritual), y para sobreponerse, nada mejor que una fiesta de cumpleaños. Al día siguiente, improvisamos un viaje a Ferrara bajo el sol (todavía no lo sabía, pero era el último día que lo vería). Arquitectura, gastronomía, historia. Ma che bello!

Vuelta el lunes para descubrir mi clase de interpretación. De repente el bello se convierte en cattivo… Lista de presidentes, capitales, comisarios, instituciones… Y la conciencia súbita de la ignorancia (casi paralela a la conciencia de mortandad por las horas de estudio que me esperan). Tu devi essere il lupo, pienso mientras observo al profesor que nos metralla con un sinfín de preguntas. Sigo de un lado para otro, y mi cerebro, tras 8 horas de clase, no da más de sí.

Por suerte el resto de la semana va un poco mejor: un aperitivo italiano gratis en Moquette el martes, la visita guiada a la ciudad y una cena increíble el miércoles… Sobre esta me detendré un poco más: Imaginad un restaurante de los 50 en EEUU, con posters de Marylin Monroe y Elvis Presley, comiendo pasta y demás platos italianos, bailando al ritmo de la macarena y cantando el himno portugués en el autobús… Así de internacional es el ambiente en esta pequeñísima ciudad, y la gente que voy conociendo es un claro reflejo de ello.

Así acaba una semana marcada por el frío, aunque por fin se han decidido a poner la calefacción, así que de ahora en adelante debería ir algo mejor. Pero creo que esta innovación también signfica que se van acabando las oportunidades de pasárselo bien y empieza el trabajo…

08 octubre, 2010

Non è ancora domani

Aprovechando el último fin de semana completo (a partir de ahora tendré clase el sábado por la mañana), el sábado pasado decidimos plantarnos en otro país, a tan sólo 2 horas de aquí. No, no es suiza. No, tampoco Francia. Ni Eslovenia. El destino era una pequeña república, de las más antiguas del mundo: San Marino.

A pesar de ser tan pequeña, se ve que todo el mundo ha oído hablar de ella, así que sus calles estaban abarrotadas, repletas de pancartas en polaco, alemán y ruso (entre otros) de los menús. El sitio, no obstante, mantiene su encanto, encaramado a lo alto de una montaña, con sus murallas de piedra y sus torres de vigilancia.





La vista desde lo alto era magnífica (aún estando un poco cubierto el cielo). Por la tarde cayó una densa bruma dando a la ciudad un aire misterioso, como si estuviera colgada en medio de un vacío infinito, en un tiempo indefinido.



A la vuelta pasamos otra vez por Rimini y no pudimos resistir las ganas de tomar una vez más el sol en la playa. Tras estos 6 meses de vacaciones, lo lógico hubiera sido que esta semana volviesen a empezar las clases. Pero todo esto era sin contar con la tremenda desorganización que reina por aquí también. Resulta que, por culpa de una huelga, el comienzo de las clases se retrasó 4 días.

Pero eso no lo sabía nadie, claro. Y cómo no, te lo avisan cuando ya has ido a clase el lunes por la mañana para nada, muchas gracias. Por lo menos asistimos a una reunión para estudiantes de primer año donde no aprendimos nada útil, pero nos dieron una bolsita de tela y un boli de la uni.

01 octubre, 2010

Caos calmo

Así podría resumir como ha pasado esta primera semana, entre el caos de la mudanza y la calma de los últimos días de verano.

Tras instalarme en mi nuevo piso, vuelta al ritual de siempre: meter la ropa en los armarios, decorar la habitación con fotos, organizar las tareas del hogar… A partir de ahora, este sitio ya es mi casa, y está listo para llenarse de recuerdos compartidos con mis compañeras de piso y el gatuno, el hombre de la casa.

Los días pasan entre fiestas Erasmus en las que conozco a todo tipo de gente, de todas partes (incluida Islandia). Se come pizza, se bebe cerveza, se baila sobre la mesa en esta pequeña ciudad. Caras nuevas que poco a poco voy reconociendo, y la curiosa sensación de estar creando una piccola familia.

Hay pocas horas en las que dormir, hay muchas cosas que hacer.

Fuera de la ciudad está Cesena, con el festival de Woodstock, donde se escuchan discursos anti-Berlusconi acompañados por reggae y rock. Mamasita, capoeira, el espíritu olvidado de los 60, los jóvenes idealistas de hoy…




Y más allá está el mar, infinito y luminoso bajo el sol otoñal. Los últimos turistas se fueron hace tiempo, y ronda ya esa especie de melancolía que invade las playas en invierno.





Pero la vida sigue, ajena al paso de las estaciones, en el antiguo barrio pesquero. Cientos de casas de colores, en las que las mammas charlan tranquilamente y los papas leen el periódico.